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jueves, 7 de mayo de 2020

LECCIONES PARA DOCENTES


LECCIONES PARA DOCENTES
MELVIN MARTÍNEZ
melvinadalidmr@gmail.com
Este tiempo de retiro obligado nos ha servido mucho para reflexionar, principalmente a los
docentes.
Cada minuto del día es una lección, somos alumnos eternos en la escuela de la vida.
Una madre de familia me envió un mensaje que removió mi ser de maestro: “buen día profe,
los maestros están mandando tareas por internet. Mis niños viven con mi mamá, ellos no
tienen cable ni internet. Yo trabajo en Tegucigalpa. ¿cómo harán ellos al comenzar las clases?”.
Le envié mi respuesta: no se preocupe, al regresar haremos nivelación de contenidos en todas
las asignaturas.
Pero, me quedé pensando. Necesitaba responderme a mí, al maestro que llevo dentro.
Por suerte tengo una cuñada, extraordinaria docente en El Salvador, que como si supiera mi
necesidad de reflexión, Gloria, así la nombró su madre, me envió un mensaje, en respuesta a
otro mío, que se convirtió en mi bastón de análisis durante varios días: “El corazón de la
educadora en estos tiempos debería estar en escucharles, hacerles sentir que nos importan,
que su humanidad es nuestro tema central en cada clase virtual. Transmitirles alegría,
optimismo, mantener su mente enfocada en aprender... eso es el centro, lo demás será
irrecuperable luego si no atendemos lo fundamental”.
Lo que importa es que los aprendizajes sean significativos para la vida, para entenderla, para
construir el buen vivir.
Lo fundamental ahora es tener la posibilidad de interpretar la realidad para transformarla.
Poder tener los ojos abiertos para entender la bondad y la solidaridad. No cerrar el
pensamiento para juzgar la corrupción impune que cínicamente nos gobierna.
La docencia urge de una revolución, reinventarse, adoptar la pedagogía de la esperanza, de la solidaridad.
Como decía Freire “La educación como práctica de la libertad”.
Eso exige entender el acto educativo en la perspectiva de que los docentes somos servidores
fraternos. Pasar a ser acompañantes solidarios del alumnado con toda su realidad, para
transformarla.
Los docentes que se creían “clase alta” se han rendido ante la presión interesada y la curiosidad tierna de los alumnos.
El interés en los contenidos programáticos es pura hipocresía demagógica, de los que han
abandonado el sistema educativo hondureño, en la última década.
Me encantó la original tarea que la profesora Maricela Estrada, mi hermana escogida, les
asignó a sus alumnos a través de una carta: “les quiero invitar a hacer cosas extraordinarias,
por ejemplo: ayuden a sus padres, o personas con quién convivan, con las diversas tareas de la
casa. Intenten leer un libro o historias que les inspiren a ser buenas personas. Traten de
escribir en su agenda los sentimientos y temores frente a esta pandemia, pero también
escriban sus alegrías y sueños en este tiempo difícil ... procuren encontrar espacios y
ocupaciones, que hagan de estos días un buen tiempo, a pesar de las adversidades”. Sin duda
pensó en todos, preferencialmente en los más pobres, en los que no tienen posibilidad de
comprar Internet, ni comida.
Es urgente una revolución docente, en la que no importen las estadísticas para los organismos
financieros internacionales y países cooperantes, una nueva educación en la que lo
fundamental sea la promoción de saberes y valores para la construcción de la sociedad del
buen vivir.
De cualquier modo, cuando esta situación termine el año escolar será recuperado, pero lo más
importante es que los docentes podamos trascender a una toma de conciencia que nos
convierta en servidores de niños y jóvenes marginados, a los que debemos acompañar con
toda nuestra inspiración haciendo de nuestros centros educativos y nuestra patria un hermoso
paraíso.

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