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sábado, 11 de abril de 2020

DEL EGOÍSMO AL AMOR


DEL EGOÍSMO AL AMOR
MELVIN MARTÍNEZ
El desprecio egoísta e irrespetuoso contra los contaminados de coronavirus y sus familias, fundamentado en el sálvese quien pueda, es una enfermedad peligrosa contra la que también hay que luchar en estos tiempos.
El miedo a la muerte que nos provoca el estrés, que surge del exceso de información sensacionalista relacionada con esta o cualquier otra enfermedad, sin duda desemboca en un temor enfermizo a contaminarnos con el covid 19, al que ya irracionalmente atribuimos una letalidad extrema, que saca lo peor del ser humano.
Cuando llegó al país la primera persona sospechosa de estar contaminada de coronavirus me quedé impresionado de lo que el miedo patológico puede causar. Igualmente me impacto, hasta la impotencia, la actitud de los periodistas y camarógrafos que cubrieron el momento noticioso, quienes de todas formas irrespetaron la dignidad de esa persona, que al final salió libre de la enfermedad después de hacerle las pruebas de rigor.
Todavía suena en mis oídos el audio de uno de los videos, que circularon en las redes sociales y la televisión, en el que alguien que estuvo cerca de la sospechosa de coronavirus gritó “mátenla”. Esta persona que pensó que con la muerte de la supuesta enferma se salvaría sí que está gravemente mal de su cerebro y su corazón, ocupa con urgencia atención médica para su salud mental.
Fácilmente olvidamos que esta enfermedad no se transmite por la mirada y que los cuidados preventivos son tan sencillos y efectivos. La desesperación irracional no nos deja pensar que en algún momento seremos nosotros o nuestros seres amados y estimados los contaminados y que sin duda necesitaremos la comprensión protectora de todos los de nuestro entorno.
Pareciera que el terror al coronavirus y a los contaminados por esta enfermedad, que puede dominar nuestro actuar, nos lleva a ver en los demás seres humanos un peligro amenazante que pretenderemos eliminar de cualquier modo.
No podemos permitirnos caer en estos niveles de desesperación, egoísmo, frialdad y brutalidad. No podemos condenar a muerte por nuestra inconciencia e ignorancia a los enfermos con coronavirus, ellos deben ser atendidos con urgencia y en algún momento aislados en sus hogares porque seguramente el sistema de salud pública, que ha sido desatendido y saqueado por los corruptos que nos gobiernan, no podrá recibir tanto afectado por esta enfermedad.
Me entristeció ver en las redes sociales a algunos vecinos de una ciudad hondureña protestar porque no querían permitir la entrada a una conciudadana contaminada. Nada más injusto y doloroso.
Lo inhumano no debe dominarnos. Pensemos que cada uno de los contaminados de covid 19 son nuestros seres amados o nosotros mismos.
Saquemos lo cristiano que llevamos dentro y recordemos la atención fraterna y amorosa de Jesús a los leprosos.
La mejor forma de terminar con este mal es sacar toda la solidaridad que podamos, estando seguros que cuando ayudamos a otro también me ayudo a mí y saber que todos seremos salvadores de las vidas de los demás si nos cuidamos a nosotros mismos.
Como me decía el padre Juan Dumont, asesor eterno de los equipos docentes de América Latina, refiriéndose a la realidad del continente: “Nos salvamos juntos o no se salva nadie”.
Es tiempo de abandonar la filosofía del “sálvese quien pueda”.
Hay que dar un salto del egoísmo a la solidaridad.
Hay que trascender del egoísmo al amor.


viernes, 10 de abril de 2020

AL REGRESAR


AL REGRESAR.
MELVIN MARTÍNEZ 
Yo creo que Dios quería que pasáramos una semana santa en casa, que nos miramos en familia.
Dios quería que no contamináramos los ríos, los mares, las ciudades, que cuidáramos la casa común.
Dios quería que estuviera limpio el planeta entero. Que sembráramos un árbol, legumbres, plantas bellas para alegrar la existencia.
Yo creo que Dios quería que por un tiempo dejáramos de consumir lo que no necesitamos, que reconociéramos que todos somos iguales y que entendiéramos la bendición de tener un trabajo permanente o temporal.
Dios quería con toda su fuerza que valoráramos la simplicidad, para entender la grandeza.
En este tiempo de retiro aprendimos a extrañar la sonrisa, el abrazo, el beso de los qué apreciamos y queremos. Sin duda vimos la dimensión verdadera de la bondad de los vecinos.
 Dios quería también que disfrutáramos el canto de los pájaros, de las chicharras y la amistad de los animales.
Tenemos este buen tiempo que Dios nos ha regalado para dedicarle de verdad un poco de tiempo.
Tenemos tiempo para pensar en nosotros y en nuestro quehacer cotidiano.
Tenemos tiempo para descubrir la verdad, para estar seguros que las armas y las bombas lacrimógenas no nos dan seguridad, ni nos salvan la vida.
Tenemos tiempo para grabar en nuestra mente que los corruptos que nos gobiernan se robaron y siguen robando el dinero que era para mejorar la salud y la educación.
Tenemos tiempo para disponernos al regresar a nuestros trabajos, a nuestras aulas, a nuestras calles valorando el importante papel de cada uno y estar seguros que lo más valioso es lo que da vida, no aquello que la quita. 
Al regresar valoraremos a los médicos, las enfermeras, a los y las que cocinan, a los maestros, a los científicos, a los psicólogos, a los agricultores sobre todo. Valoraremos también a los odontólogos, a los ingenieros, a los arquitectos, a los carpinteros a los artistas, a todo el mundo.
Al regresar estaremos listos para cuidar el planeta casa de todos, los bienes comunes, los hospitales, las escuelas, los colegios y las universidades.
Tendremos, para entonces, un valor consciente para expulsar a los que le roban al pueblo, aún en la calamidad y la emergencia.
Al regresar seremos capaces de identificar la mentira de los poderosos.
Al regresar podremos valorar el amor y la solidaridad como motores de la historia y comenzaremos a construir un mundo distinto justo, más humano, el mundo del buen vivir.
Al regresar sabremos el valor de cada uno y cada una, y lo importante que somos el uno para el otro.
Seguro que Dios nos dará un tiempo para disfrutar la alegría del amor y de la vida.
Al regresar estaremos llenos de una energía renovada, que nos hablará al oído recordando nuestro compromiso de hacer cierto entre nosotros un hermoso paraíso.